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Hacia 1577, tras dos años como prisionero en Argel y al menos un intento fallido de fuga, Miguel de Cervantes dirige una misiva a Mateo Vázquez de Leca, secretario de Felipe II. En esta epístola en verso, Cervantes habla de su servicio a la causa cristiana, la herida que recibió en Lepanto, sobre cómo cayó prisionero de los turcos mientras viajaba en la galera Sol y de su situación en Argel, donde se encuentra llorando en una "esquiua prision amarga y dura [...] entre barbara gente descreída" (Gonzalo 203). El grueso de la carta es una petición a Felipe II para que intervenga militarmente en Argel y logre la liberación de los cautivos cristianos. Con sus palabras, Cervantes intenta mover más que convencer. No arguye razonamientos económicos ni militares para justificar la necesidad española de tomar la plaza norteafricana, sino que sustenta su argumento en una base humanista y cristiana: el rey es responsable de los cuerpos y almas de sus súbditos y, por tanto, responsable de las atrocidades que éstos están sufriendo en Argel. Sabemos que la epístola llegó a su destinatario, pero no logró su cometido. Cervantes pasaría tres años más en cautiverio, hasta que fue finalmente rescatado en 1580. España nunca atacó Argel.
La experiencia argelina, tamizada por el filtro de la tradición de las novelas morisca y bizantina, se convirtió en una constante temática para Cervantes. Con el tiempo, Argel será para él, sobre todo, una fuente de motivos narrativos y ambientes exóticos. Sin embargo, cuando poco después de su liberación Cervantes compone El trato de Argel, lo que allí retrata es un espacio terrible, similar al de la epístola a Mateo Vázquez. De hecho, parte de esta carta aparece reproducida casi literalmente en el drama, puesta en labios de Saavedra, personaje que no por casualidad lleva el nombre que Cervantes adoptó como propio tras su regreso a España. Ambos textos incluyen similares ruegos a Felipe II, pero la larga adulación al monarca que encabezaba la misiva desaparece en el drama; en su lugar, en se percibe un ataque a la política imperial española.
Aparentemente, la intencionalidad y posicionamiento de El trato de Argel son claros: recaudar fondos para mercedarios y trinitarios (órdenes religiosas que estaban ayudando a liberar cautivos y...