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1.
"El celoso extremeño" es quizás una de las novelas de Cervantes en las que más relevancia cobra el poder visual y simbólico de un ente material. Nos referimos, por supuesto, a la espeluznante casa de Carrizales. Símbolo que traduce los resquemores celosos y el delirio demiúrgico de Carrizales y que asimismo es figura de Leonora en tanto espacio cerrado a la inestabilidad del mundo exterior (condición que impide a la esposa-niña la posibilidad de conformarse como persona moral pues se le niega el conocimiento del mal para poder elegir el bien, tal como analiza Forcione, 1982: 62). En este sentido la casa es hortus conclusus, un jardín cerrado, conocido símbolo de la virgen, pero colocado en un ámbito urbano, en lugar de natural, que dice mucho del tipo de creación en segundo plano que lleva a cabo Carrizales.
La casa de Carrizales se derrumba al final de la novela, gracias al preciso asedio de Loaysa quien, cargado de curiosidad y vanidad, no puede resistir tanto misterio. El joven virote teje hábilmente sus artimañas para enlazar a los distintos criados y llegar por fin al centro de su empresa pícaro-heroica: Leonora. O, lo que es lo mismo, el temor artificioso de Carrizales, es decir en definitiva, el sentido último de su ingeniosa casa. La casa existe porque Leonora la habita, la casa es tal porque Carrizales es celoso y no confía más que en sí mismo. La casa es el reflejo de sus temores y en su centro esconde la debilidad del viejo.
Al trasponer las barreras de la casa y llegar hasta su centro, Loaysa sin duda derrota a Carrizales, sin embargo-como han mostrado inteligentes críticos, entre los que destaco a Forcione (1982) y Williamson (1990)-Leonora emerge triunfante y renacida en la esencial revisión que opera Cervantes en el texto de 1613 (v. Lambert, Forcione, Lipmann, Williamson).1 La casa cae, pero Leonora no, aunque Carrizales nunca llega a enterarse de esta diferencia. Y no nos sorprende que el viejo no sospeche o siquiera considere esta posibilidad, dado que Carrizales es un personaje que no ve matices, ni confía en los demás: su artificio sucumbió, ergo lo mismo hizo su esposa.
Con lo dicho, pretendemos resaltar que al final de la novela el símbolo de...