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EN UN TRABAJO RECIENTE,1 concebido como introducción del actual, sopesábamos las consecuencias textuales de la cuenta del original-requisito sine qua non de la impresión por formas o caras del pliego-en la letra impresa de las tres primeras ediciones de El ingenioso hidalgo salidas de las prensas manuales de Juan de la Cuesta. Aun reconociendo abiertamente la importancia capital del procedimiento, capaz de provocar no pocos retoques espurios en la letra del original de imprenta con tal de acoplarla al espacio tipográfico disponible, cuestionábamos entonces su operatividad ecdótica no sólo porque los lugares críticos son difíciles de establecer, sino también, y fundamentalmente, porque-a nuestro entender-los operarios de la imprenta manual contaban con suficientes «remedios» para reparar las desviaciones en el cómputo. Decíamos, incluso, que la cuenta del original se practicaba con el suficiente margen, entre tipográfico y textual, como para que no afectase necesariamente a los contenidos literales del modelo seguido.
Ahora nos proponemos reforzar aquellos planteamientos evidenciando, precisamente, la infinidad de «remedios tipográficos» desplegados por los cajistas del taller de Cuesta, a lo largo y ancho de los 43 cuadernos del primer Quijote, para acoplar la versión manuscrita a su resultado impreso. Digamos que los contadores de entonces, bien conscientes del amplísimo margen de desviación inherente a la operación en sí misma, se cubrían las espaldas con estimaciones no demasiado ajustadas, en tanto que los componedores, acaso los mismos y no menos experimentados, salían al paso de cualquier desajuste con múltiples estrategias correctoras. Al menos, eso es lo que demuestra palpablemente el desmenuzamiento tipográfico de la edición príncipe del Quijote de 1605; mejor, la «cuenta del impreso» y no sólo del «original», claro que practicada con toda la minucia y el rigor exigidos por la Bibliografía Material, no esgrimida teóricamente como categoría crítica absoluta-según se está haciendo actualmente-luego aplicada a un original de imprenta inexistente y a un original impreso sin analizar en la práctica.
Veamos, pues, con la príncipe quijotesca que nos ocupa siempre en la mano, qué «cuentas» se hicieron, qué «errores» de estimación se cometieron y, sobre todo, que remedios se aplicaron en la oficina del impresor a la hora de producir artesanalmente el primer Quijote mediante la prensa manual de dos golpes.
El primer Quijote, para empezar, fue fabricado artesanalmente en...