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Reza la sabiduría popular que "la belleza duele". El adagio alude, en primera instancia, al dolor físico que acompaña prácticas cotidianas de embellecimiento que van desde el ejercicio y las dietas, hasta las depilaciones y las cirugías. El contexto de uso de la expresión apunta a otras de sus connotaciones: con un tono resignado, aprobatorio o hasta celebratorio, las mujeres justifican ante sí mismas y otras mujeres un dolor que se concibe como "mal necesario", reafirmando el deber de "ser bellas". "No hay mujer fea sino mal arreglada", afirma otro dicho popular, en el que se enlaza la justificación de las actividades para "arreglarse" con cierta condescendencia hacia las mujeres que no poseen los atributos físicos que las clasificarían como naturalmente "bellas". Detrás de tal condescendencia subyace, además, la penalización de la fealdad, entendida ya no como ima condición física sino como fruto de la ineficiencia femenina para sacar el mejor provecho de la apariencia de sus cuerpos. En el mundo de hoy, cuando la tecnología ha traído, entre otros beneficios, sofisticadas técnicas de modificación de los cuerpos, la fealdad delata falta de diligencia para superarla. O falta de recursos, pues, como reza otro proverbio: "No hay mujer fea sino maridos pobres". "La belleza cuesta", se dice también para justificar los sacrificios económicos que el embellecimiento supone para mujeres de todas las clases, en países tan empobrecidos como los latinoamericanos, donde la industria del embellecimiento desafía los pronósticos decadentistas en tomo a la industria local. Seducidas por la promesa de que el botox es "la fuente de la etema juventud", la cirugía "un renacer de la belleza", unos senos de silicona "el signo de la feminidad" o una sonrisa "diseñada" mejor que una sonrisa auténtica, las mujeres - y cada vez más hombres, se someten a cortes, estiramientos y succiones en honor a una falacia: el proyecto de ser perfectas.
Bajo todo este despliegue se erige incólume la premisa de que toda mujer desea o debe desear ser bella, pues, ultimadamente, toda mujer desea ser deseada y amada. De allí que, por más dolorosa y costosa que sea la belleza valga la pena, pues a juzgar por las complejas relaciones consigo mismas y con los otros a las que se ven expuestas las mujeres que...