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"La genética no es siempre un destino", escribe Lina Meruane en esta novela vertiginosa, donde la enfermedad no es ya un conjunto de síntomas, un manojo de células bajo el microscopio, ni un destino trágico y fatal sin importar el cuerpo en que se aloje. La enfermedad, en Sistema nervioso, tampoco es metáfora de un mal colectivo ni una excusa para indagar en el duelo o la muerte, en la vejez o la soledad. En los fragmentos que componen esta poderosa novela, que viene a completar un corpus, un cuerpo, acerca de enfermedad y literatura integrado también por los libros Fruta podrida, Sangre en el ojo y por el ensayo Viajes virales, la enfermedad da un vuelco de la mano de una escritura incisiva y se transforma en un código íntimo, un habla compartida, una manera de estar juntos que desafía el estrecho mandato de los genes. Los protagonistas de este libro no solamente están enfermos. Son su enfermedad y se relacionan unos con otros a partir de sus padecimientos.
Ella: pérdida de sensibilidad en el hombro, nuca, cuello.
Sin diagnóstico preciso.
Él: tímpano perforado.
El Padre: próstata. Desmayado de dolor.
El Primogénito: huesos pulverizados.
La Madre: pecho carcomido.
La Madre biológica: encefalograma plano.
Con humor negro y una prosa hipnótica y siempre singular, Lina Meruane subvierte buena parte de las convenciones que proliferan en materia de literatura y enfermedad. En Sistema nervioso enfermar no es el clímax del relato, ese momento clave, que marca un antes y un después y permite desde curiosas epifanías hasta soporíferas solemnidades. Los síntomas, en estas páginas, se manifiestan en cada oración, en cada zona del cuerpo, en cada uno de los personajes y en cada momento de sus vidas. Ese es el primer hallazgo de esta novela no apta para hipocondriacos: enfermarlos a todos y, de ese modo, volver sinónimos vida y enfermedad. "Porque lo raro es vivir", anota Meruane, "Porque el dolor es la conciencia de estar vivo".
En un mundo cada vez más empecinado en la preservación del cuerpo y en el culto a la salud, la protagonista sin nombre de esta novela, Ella, arroja al universo, ese otro sistema que estudia obsesivamente para su interminable tesis doctoral, un deseo casi indecible: enfermar. Enfermar para ganar...