Content area
Full Text
Aunque los estudios sobre el campo de la sexualidad se comenzaron a desarrollar con mayor intensidad a partir de la segunda mitad del siglo XX, la bisexualidad fue y continúa siendo uno de los temas menos examinados. Esta falta de atención se debe a que no se la ha considerado una sexualidad o identidad verdadera. Como explica Marjorie Garber, la bisexualidad ha sido considerada como una orientación temporal, es decir, una fase transitoria que termina o en la homosexualidad o en la heterosexualidad (17-21, 456). Con respecto a esta idea de transitoriedad, Clare Hemmings expresa que se ha tratado la bisexualidad como si fuera un puente entre la homosexualidad y la heterosexualidad, es decir, como un enlace que une dos lados supuestamente opuestos, pero no como una sexualidad autónoma en sí misma que cuestiona binarismos (3). Hemmings también propone que se la ha definido como una combinación de diferencias o síntesis (3). Por tanto, para Hemmings, se ha limitado e ignorado el potencial que la bisexualidad tiene como herramienta de análisis cultural, de interpretación de las dinámicas del poder y de cuestionamiento de categorías y sexualidades (1, 3).
La bisexualidad en las mujeres cis y trans/travestis/transexuales ha suscitado menos estudios que la de los hombres cis (Prior xi; Fahs y Koerth 113-15). La falta de investigación también se debe en parte a que históricamente ha habido mucha ignorancia y hasta incoherencia sobre la sexualidad de las mujeres y sus relaciones sexuales (Irwin 88). Por ejemplo, durante la Inquisición se debatió si el lesbianismo podía considerarse un crimen sexual, ya que no había ni sodomía ni eyaculación. La relación sexual entre mujeres llegó incluso a ser considerada una sodomía imperfecta (Oliveira 4). Con respecto al estudio de las sexualidades en México, Robert McKee Irwin plantea que desde principios del siglo XX se ha entendido la sexualidad a partir del concepto binario entre el pasivo y el activo (87). Esta perspectiva, que predomina en Latinoamérica, considera que en una relación sexual la persona que penetra es el(la) participante activo(a), mientras que el(la) penetrado(a) es el(la) pasivo(a). Según Irwin, en la primera mitad del siglo XX, los hombres no consideraban que las mujeres podían tener sexo entre ellas porque no había penetración, ya que usaban como referencia la...