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Fotos: Elena Ayala
Welcome to Tijuana: ombligo del cosmos y ciudad a prueba de balas. Una muchacha le pregunta a otra, y atrae la atencion de los circunstantes:
- Es tu primera vez?
- Si.
- Ahh...
Este dialogo se escucha en el Aeropuerto de Guadalajara. A punto de abordar un vuelo a Tijuana, una muchacha vestida de negro arrastra con la mano derecha una mochila indocil, mientras su mano izquierda estruja dos senas de identidad: el monedero nuevo y la revista de la farandula televisiva. Intenta disimular su precocidad de viajera, pero la delata la rigidez de sus pasos y el discreto vaiven de su mirada, que transita del trajin de los empleados en un mostrador hacia el monitor que anuncia los vuelos.
Una voz sexy-pastosa de mujer somnolienta hace carraspear las bocinas de los pasillos, y la viajera se inquieta, se recarga en un pilar y vuelve a separarse de inmediato como si el muro fuera de arenas movedizas. Al fin, la muchacha se une a una fila de pasajeros rumbo a Tijuana. Atras de ella, se alinea una veinteanera robusta, tambien vestida de negro, que le sonrie cuando se encuentran sus miradas.
La novata ruega en silencio una limosna de simpatia, y la recien llegada le pregunta si esta es la primera vez que viaja al norte.
- Y como es Tijuana?
- Que como es Tijuana?
- Si.
- Fea... como todas las fronteras.
- De veras?
- Bueno, si, pero, mmm: hay de todo: partes bonitas y partes feas.
- Como en cualquier lugar.
- Si. Como en cualquier lugar. De donde eres tu?
- Del Distrito...
- Yo soy de Guadalajara, pero vivo en Tijuana...
Claro, si vas hacia Rosarito o hacia Scenic Road, existen lugares bonitos.
- Ah, bueno, pero... Tijuana es fea?
- Si.
Este dialogo deja una ensenanza sobre la naturaleza de los silogismos clasicos practicados en los aeropuertos: todas las fronteras son feas, Tijuana es frontera, Tijuana es fea.
La idea de la fealdad de las ciudades debe comprenderse a la luz del urbanismo ilustrado y antes del humanismo renacentista y antes... etcetera. Vistas de adelante hacia atras, las ciudades de la antigedad siempre parecen mejores que las ciudades contemporaneas. O, bien, las ciudades perifericas...