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Adieu, adieu! Hamlet, remember me.
(Hamlet, acto1, escena V)
Nadie puede relatar su propia muerte. Pero sí es posible leer esta imposibilidad. Nada se niega al supremo poder de la escritura. Don Quijote atestigua esta supremacía cuando no puede persuadirse de que la historia de su vida exista. Duda de su propio libro porque le hablan de sus altas caballerías impresas cuando sigue fresca en la cuchilla de su espada la sangre de sus enemigos.1 Sobrado de razón, atribuye el caballero esa escritura a algún letrado encantador. Porque si no echamos mano del prodigio, del portento, no hay manera humana de explicar libro tan imposible, y tan unido a una escritura siempre afectada por la muerte. Tanto Don Quijote de 1605 como de 1615 llegan a su final en la representación mortuoria del caballero, bien en forma de epitafios, bien a través del relato de una "buena muerte", escribano y testamento incluidos.2 La insistencia siempre es significativa, merecedora por tanto de intensidad crítica. Las páginas que subsiguen pretenden circunscribirse no a la súbita cordura de un agonizante Alonso Quijano, que a tantos ha disgustado por repentina e inopinada, sino a aspectos textuales y de relación escritura-muerte en los momentos últimos de los dos Quijotes. 3
"LOS QUE EN LA ESTAMPA A NO MORIR MURIERON"
Impresiona leer los preliminares de Persiles y Sigismunda. En el prólogo Cervantes esboza una despedida cuando ya apremia la cercana muerte: "¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos! Que yo me voy muriendo." Y en la dedicatoria a Fernández de Castro la brevedad afecta tanto a la frase como al tiempo que le queda de vida: "Ayer me dieron la estremaunción y hoy escribo ésta." Lapidario, nunca mejor dicho. Cervantes es muy dado a contemplar la muerte como una constante de todo aquello que vive. "Yo nací para vivir muriendo" (II, 59; 1107) afirma tajante don Quijote cuando observa la complacencia en la comida de su escudero. No hace mucho Julio Baena recurría a la imagen de Scherezade, personaje por excelencia que vive mientras narra, en un gerundio integralmente vivo, "viviendo mientras narrando."4 Un radical antagonista de la acción, un absoluto quietista como Miguel de Molinos creía, tal vez como remembranza de la bíblica idea de que los libros se multiplican...